La cola de las lagartijas

Siempre me ha llamado la atención el comportamiento de la naturaleza en general y de los animales en particular; qué curiosos son sus mecanismos de defensa, sus rituales de caza o de apareamiento, sus demostraciones de cariño o de fuerza… su animalidad a veces les asemeja a nosotros, los humanos, más de lo que pensamos.

Me gusta estudiar sus instintos, pero sobre todo, me gusta aprender de ellos, cómo protegen de los suyos, cómo, de forma innata, saben qué tienen que hacer para salir airosos de cada situación que se les presenta. Ojalá supiéramos qué hacer en cada momento, lo que es mejor nosotros… Ellos se reponen, se sobreponen a los problemas, sobreviven con la mirada puesta en lo que vendrá y no en lo que han pasado, sin circos, sin dramas, sin heridas que tardan eternidades en cicatrizar. Vuelven a empezar cada mañana, una y otra vez, se caen y se levantan, son nómadas expertos en sustituir pasados por presentes, en hacer lo necesario para seguir adelante honrando la memoria de las teorías de Darwin. “La supervivencia del más fuerte” entre los humanos no se cumple a rajatabla, nosotros tropezamos dos o más veces en la misma piedra, ellos jamás. Nosotros somos masoquistas, idiotas y poco lógicos cuando al corazón se refiere, no existe la objetividad animal, no discernimos tan claramente que nos es más conveniente, somos viscerales y la pasión se alía con la sinrazón para cegarnos más si cabe, equivocarnos forma parte de nuestro sistema nervioso, parece un acto involuntario como latir, pestañear o respirar.

Estos fallos cardiacos o, lo que es lo mismo, desamores por enloquecer por quien no toca, por sufrir por quien no se lo merece, por llorar sin consuelo en despedidas que a la larga eran necesarias… no son más que malas experiencias, pruebas que pasar, pero de ahí se deriva el problema: no todos son capaces de superarlas inmunemente, algunos perecen anímicamente en el intento, se les rompe por la mitad su ser, les falta una parte de ellos mismos; esto pasa cuando ponemos una parte de nosotros en la otra persona, cuando les queremos más a ellos que a nosotros, cuando les dejamos que nos conformen como títeres, les señalamos en el mapa de nuestros cuerpos donde hacernos daño… les damos las riendas de nuestras vidas sin saber qué harán con ellas, pero esa no es solución para ninguna relación. No hagamos que nuestra voluntad sea la suya ni que nuestro camino lo marque alguien que no seamos nosotros mismos, escribamos nuestro camino y no le dejemos nunca a nadie el lápiz para que seamos siempre los arquitectos de todo: lo bueno y lo malo; al hacer retrospectiva estaremos orgullosos de habernos sido siempre fieles a nosotros mismos.

Errores

Moraleja: veamos más “La 2” y menos “Telecinco”, más documentales y menos prensa rosa, eso no son noticias del corazón, son ejemplos fatídicos de las dependencias, las infidelidades o las desestructuraciones varias de las parejas. Hagamos de nuestro corazón una cola de lagartija, para que cada vez que nos hagan daño se nos caiga y vuelva a salir, nuevo, renovado con la cicatriz de la experiencia pero con las ganas y la musculación de una nueva vida, con las ilusiones intactas, como si cada vez que nos enamorásemos fuera la primera, el secreto: elige un buen amor, ese que tú y yo sabemos que te conviene.

12 comentarios en “La cola de las lagartijas

  1. Interesante manifestación de la sabiduría del corazón cuando se ha tropezado varias veces. ¿Será para obtener esa sabiduría que nosotros debamos tropezar mas de una vez y cargar con el dolor del tropiezo? ¿Acaso no servirá el dolor del tropiezo para valorar en plenitud el gozo de un nuevo acierto? El Yin y el Yang del corazón.

    Feliz noche, Carpediem,
    Rafael

    1. Estoy de acuerdo contigo, la experiencia, buena o mala, nos debe servir como ejemplo, ha pasado y pasará, no siempre podemos evitar las desventuras, pero sí podemos aprender de ellas, como dices los tropiezos no deben ser en vano, deben ser maestros de la vida para que podamos vivirla mucho mejor. ¡Gracias por tu reflexión!

    1. Gracias Rubén! Desde luego deberíamos ejercitar nuestra memoria experiencial, bastante «jodido» (con perdón por la palabra) es tropezar como para encima atarnos a la piedra, me alegro de que te haya gustado mi texto, muuac, ¡nos vemos por aquí!

    1. ¡¡Gracias, muchas gracias Vatelechuza!! La que te admira soy yo, por esa incondicionalidad que me demuestras, ¡un abrazo enorme!

  2. Me encantó, por eso hoy voy a dejarte algo en el felpudo de tu puerta y si te he avisado no debes tropezar. Aunque si lo haces, no pasa nada, en esta vida las asignaturas pendientes son las que repetimos, supongo que debe ser cuestión de hacernos cargo de ellas sabiendo que quien no arriesga no vive. Un besazo.

    Olvidado

    Retengo los dilemas de lo que un día se perdió,
    aquellas mentiras que fueron verdades para mí.
    Ahora en este presente me queda la ironía corrompida por el dolor,
    no concibo el perdón de mi ser,
    solo me arriesgo a seguir sin la presencia de tu pureza.
    En mis ruegos está el llanto de mis lamentos,
    que sin disimular se dan a conocer.

    Melodías de notas disonantes compuestas por la apariencia de lo que ahora no está,
    se muestran ante mi deseo ignorado por ti.
    Algún día sabrás que las palabras destruyen más que las balas,
    y que tu silencio desbastan los pilares de mi tranquilidad.

    El consuelo de un mañana me abraza.
    Seguiré a pesar de caer,
    a levantarme a pesar de que puedo perder.
    Autor: Diego Guedez

    1. Me ha encantado esa forma tuya de comparar los problemas con las asignaturas pendientes, no me lo había planteado pero tiene mucho más en común de lo que a priori parece. Gracias por ese regalo y por tu comentario, sensacional Diego Guedez. Gracias.

    1. Pero bueno, Tania, ¡eso no se hace! Jajajajaja tú eres un poco como yo, ¿no? Oídos sordos a los consejos, tenemos que vivirlo todo por nosotras mismas.
      En fin, espero que tu piedra no sea tan pesada y que la superes pronto.

      1. jejejejeje es pesada al principio al final me termino acostumbrando a su peso pero, con el nuevo año, no hay piedra en mi tobillo, por ahora!!!

  3. Esto último y la declaración que has hecho tú sobre el querer más al otro que a uno mismo, me hace pensar en algo que leí (perdón por no recordar a quién) que decía que para amar, primero hay que amarse a uno mismo.

    Y mi reflexión fue que ciertamente si uno se ama menos que al otro..
    en realidad le amamos mal. Porque.. ¿qué le ofrecemos a aquél?, puesto que amar es dar y no recibir (esto es ser amado).

    Me ha encantado tu analogía sobre la cola de las lagartijas. El aprender a desprenderse de la dependencia, que no ama.

Cuéntame qué te ha parecido, te responderé encantada. ¡Deja aquí tu comentario!

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