Atlántico (II Parte)

Yo tan Mediterráneo y tú tan inevitablemente Atlántico, cómo no iba a enamorarme si me bañas en mareas de estados de ánimo, de lunas bajas y corrientes revolucionarias. Me colmas de arrecifes y peligros, o de calma y serenidad con la misma ocurrente sinergia con la que se forman rizos en tu pelo, con la misma viveza que gritas libertad con cada paso que te acerca a mí.

Vienes y vas, no puedo enredarte en mí como me gustaría, haces magia con las excusas y sospecho que debiste ser poeta en otra vida e, incluso, en esta.

Eres inefable, jamás he conocido nada ni nadie que se te parezca, tan libre, tan fuera de cualquier alcance, tan lejos y, a la vez, tan cerca, que estando aquí, puedes no estar y que, no estando, no puedo alejarte de mi cabeza.

Desprendes algo, un qué sé yo, que yo qué sé… tienes eso que llaman duende, sal, lluvia, vitamina… vida, qué más da. Esa chispa tuya que me envuelve en forma de brisa se ha vuelto más que necesaria, una droga y una Kriptonita, adictiva o autodestructiva, según te plazca. El día que no me bailas el agua, pierdo el acento, las fuerzas, la voz, la risa y hasta el sudor. Tengo frío a todas horas, arrastro los pies junto con mi orgullo y mis tacones no pisan con la misma solera, ya no son lo que eran si no son por ti. Mis ganas vibran si las saca a bailar esa sonrisa tuya que me palpita el alma.

Por eso, sé que ya es tarde, he caído en tus redes, te veo aparecer por el pasillo y comprendo que podría estar horas mirándote, no eres consciente de todo lo que te miro y de lo mucho que me encanta. Cuando nos despedimos en la calle me parece increíble que la gente pueda pasar a tu lado sin girarse, sin detenerse a pensar que se acaban de cruzar con la persona más increíble que existe. Entonces, me doy cuenta de la suerte que tengo. No puedo creerlo, estás aquí conmigo y parece que quieres quedarte, pero al mismo tiempo sé que no puedo personalizarte, no puedo hacerte mi desastre, no puedo llevarte a mi terreno, no puedo hacerte a mi voluntad… ni debo hacerlo. Eres como eres: mar, tierra, fuego y aire. Los puntos cardinales, la zozobra, la bahía, la playa… tienes agua salada en la saliva porque curas mis heridas con la ternura de cien madres o me ensalzas en la furia de miles de tempestades si ese día no es tu tarde. Pero cuando estás de buenas, ¡ay, cuando estás de buenas! Una sensación extraordinaria me abriga, me siento inmortal, poderosa… tan poco humana, como si no existieran los defectos en el mundo, como si todo fuera perfecto, eres la felicidad en carne y verbo y los que mueven los hilos allá arriba confabulan contra nosotros por saber querernos.

Que se caiga el mundo, que cese la gravedad de los cuerpos, pero que me pille a tu lado, así de juntos, así de ciegos, uno por el otro, que no he nacido sino para bañarme en ti y, a la vez, contigo, bendito Atlántico mío.

¡Larga vida al MAR eterno…!

mar

5 comentarios en “Atlántico (II Parte)

  1. Bueno…Realmente excepcional. Si de verdad el Mar te inspira eso…. Que será de aquel que conquiste o haya conquistado tu corazón… No quiero ni imaginarlo…

  2. Me encantó!

    La manera en la que enlazas todo lo natural con todo lo emocional es maravillosa, los efectos y sensaciones que causan pueden ser similares si no es que iguales desde esta perspectiva, me gustó mucho. Sigue escribiendo por favor 😀 Saludos!

  3. Hermosa descripción, el mar siempre va a inspirarnos mi primir nombre Adriana significa mujer d mar y me siento muy identificada con eso! excelente post como siempre

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