Un mundo de borregos

La influencia del cine, de las películas de Disney, la castidad de los principios, la falta de excesos… o vete a saber qué, nos han hecho mayores, soñadores, creativos oníricos y hasta un poco imbéciles. Teníamos todos los ingredientes para dar de qué hablar pero no de esta manera. El espejo no nos muestra lo que íbamos a ser sino una mueca un tanto opaca de nosotros mismos:

Preferimos la apariencia a la existencia, el “qué dirán” a lo que dicen de nosotros la gente que nos importa (o nos debería importar).

Toda esta reflexión me viene porque esta mañana mientras iba en bus de camino al trabajo, en pleno tráfico de hora punta por el corazón de Madrid, he visto como en la acera una mujer se ha caído al suelo y, pese a que parecía muy improbable por toda la gente que por allí pasaba, nadie se ha parado a socorrerla (ni siquiera por el morbo que da ver estas cosas más de cerca), la gente iba ligada a su rutina y esa mujer no les ha preocupado lo más mínimo. Mientras el semáforo se ponía en verde, he ido corriendo al conductor y poco he conseguido, tan sólo importunarle, ha reiniciado la marcha con el ceño fruncido y ha dejado atrás a la señora con la nuca en el suelo. Después cuando he vuelto a mi sitio con la cara aún desencajada, los demás viajeros me miraban, atónitos al principio, luego ajenos y finalimente, absortos en sus smartphones.

Qué pena señores, qué pena me han dado.

No sé quién tiene la culpa, tal vez, la televisión, Internet, los pantalones ajustados, los neones, las drogas de diseño o el propio éxtasis de la vida…pero el hecho es que parece que hemos absorbido en nuestras venas el desamor de los poetas, las llagas de la mala educación, la indiferencia, el estornudo de deshumanidad que hoy impera.

“¡MANOS ARRIBA!” Me dan ganas de gritar, porque en este simulacro de vida, parece que te van mejor las cosas siendo un capullo integral, ¡menudo atraco de verdad! La integridad es de moral distraída y todas las demás cualidades se venden al mejor postor por un par de cirugías de saldo y cuatro besos robados.

Parad el mundo que yo me bajo. Ni lejano ni cercano, este OESTE fuera de la ley del sentido común es una farsa, una estafa entre magnates circenses del sur de Praga. Pues no, yo no voy, no juego, me rindo, basta ya caballeros. Ahora mismo doy portazo a la soberana y magna tendencia. Abogo a la impulsividad, he aquí mi apología a la propia letanía de quererse un poco y ser uno mismo. Señores, no hacen falta protocolos para “saber estar”, hacen falta dos dedos de frente y tener las jodidas ideas más claras, rescatar a la inteligencia del barbecho y también a la conciencia que se casó con la infidelidad, seguro que podemos hallarla en algún club de striptease del extrarradio, una vez la vi pasar justo delante de uno con su prima la justicia, que era la portera y la madame, eso sí,  defendía las calles con toda alevosía, una falda muy corta y un bolso de Hermés que cualquiera envidiaría…

En fin, que menudo panorama nos aguarda, ¿no creéis? Acaso ¿está todo perdido? Rotundamente, no. Aún podemos salvarnos de nosotros, pero pronto, porque o nos espabilamos o nos fundimos a negro en este paraíso de acero, calzadas, desvergüenzas, envidias y celos.

borregos

AÑO NUEVO, VIDA NUEVA. O al menos eso creo y quiero.

10 comentarios en “Un mundo de borregos

  1. Puede parar el mundo, pero veo difícil que te puedas bajar. Ya estamos inmersos.
    Sólo nos queda hacernos a un lado y conservar el poco de cordura que nos mantiene vivos y nos hace diferentes.

    Año Nuevo y Vida Nueva, eso deseo, eso te deseo.

  2. Es muy triste ver ese tipo de cosas pero desgraciadamente no va a ser ni la primera ni la última. A mi me pasó algo muy parecido hace un año. Estaba en el autobus y vi a un pobre vagabundo tirado en medio de la acera. LA gente simplemente lo esquivaba y seguía su camino. El conductor ni siquiera redujo la marcha. A mi lo único que se me ocurrió fue llamar al 112,pero bueno, para el caso que hicieron…

    1. Hay gente para todo, creo que he tenido la misma sensación que tú tuviste, pero mi conclusión es que si queremos que algo cambie…debemos cambiar nosotras.

      Y no va a ser fácil, así que… ¡MUCHO ÁNIMO!

  3. Es un comportamiento bien estudiado en las sociedades: mientras haya mas gente que lo pueda hacer, menos hace cada quien, lo que resulta en que nadie termina ayudando.
    si en cambio eso hubiera ocurrido frente a dos o tres personas, no hubieras visto esa sensacion de indiferencia.
    pero que le vamos a hacer…
    un saludo.

    1. Estamos de acuerdo, desde luego, parece que está todo perdido, y esa retórica del «qué le vamos a hacer…» es la solución: cambiar nosotros para que algo cambie.

      O al menos eso opino yo…año nuevo, vida nueva.

      ¿No crees?

      Gracias por leerme. ¡MUAC!

    1. Como decía Neruda: «si nada nos salva de la muerte al menos que el amor nos salve de la vida».

      😉

      Gracias por leerme Ricardo, nos vemos por aquí.

  4. No sabría expresarlo mejor. Yo he vivido algo parecido y la mujer era yo en dos ocasiones, nadie se acercó ayudarme hasta que pedí ayuda y por favor, aunque hasta una mujer me preguntó que si estaba borracha, si una chica no se para me muero alli axfixiada por la hinchazón por una reacción alérgica. Cada más vivimos en una socidad en la que lo que importa es uno mismo y los demás que se las arreglen solos, no hay respeto, no hay empatía, muchos valores que tienen que ver con compartir y ayudar a los demás estan desapareciendo. Pero pienso que en nuestros actos, los de cada uno está la clave, con nuestro ejemplo podemos enseñar lo que hay que hacer, lo que se debe hacer. Gracias por tus palabras, las voy a compartir.

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