«Mi credo es la humanidad»

Esta mañana, para variar, he vuelto a quedarme flanqueada por coches en un atasco. Mi mente, vacía de inquietudes por las horas tan indecentes que eran, me permitía, simplemente, abandonarme a mi capacidad psicomotriz, conducir y poco más. Pero algo me ha llamado la atención cuando pasaba junto a una parada de bus, concretamente un chico. (No, no me he enamorado, no nos desviemos del tema). El caso es que no era guapo ni feo, ni alto ni bajo, era muy “normalito”, un adolescente tipo, de estos con los que nos cruzamos a diario sin reparar en ellos o en lo que estarán pensando cuando deambulan al lado nuestro; son invisibles, pasan desapercibidos y engordan el paisaje social, a veces con melancolía e independencia y otras con la quietud del que espera para dar un gran paso.

Pero, entonces, ¿qué me ha hecho mirarle con más atención que al resto? Es fácil: su ropa, no de marca sino de pancarta (que digo yo).

Su camiseta rezaba el artículo 1 de la DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS:

“Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos

y, dotados como están de razón y conciencia, 

deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”

Creo que debo agradecerle al tráfico que me haya obsequiado con detenerme allí mismo, y por haberme mostrado ese detalle que me ha dejado pensativa, tanto, que ahora me encuentro escribiendo parte de los pensamientos de ese instante…

Y es que, a veces, se nos olvida, merodeamos por el mundo, codo con codo, pero infinitas veces estamos (y estaremos) solos, pese a tener un nexo incombustible todos, dentro de nosotros, como es nuestra HUMANIDAD, esa es la esencia que nos hace formar parte del colectivo más maravilloso que el mundo ha conocido, y en parte es gracias a “la igualdad”, una propiedad indiscutible de todas las personas y que nos hace libres; porque en definitiva, en la igualdad somos diferentes y, así es como formamos un mismo y complejo bloque de talento y fuerza universal.

La paradoja social proviene cuando se desatan deficiencias de la personalidad individual como la estupidez, la incomprensión o la limitación mental de quienes albergan lo contrario. De quienes van “contranatura”, contra Darwin y sus teorías de la evolución o de le excelencia del ser que se sabe adaptar.Para ser excelente, primero hay que respetar y asumir la igualdad.

Sin duda, la camiseta del artículo 1 es una muestra de que nos sabemos la teoría pero parece que, de vez en cuando, necesitamos que nos la recuerden. La realidad es que a medida que pasa el tiempo no sé si esto irá a mejor o a peor; yo quiero pensar que a mejor, pero también tengo por seguro que hallaremos por el camino defectos del sistema en forma de personas antiguas, grises y demacradas por su falta de ambición y su cómoda dejadez. Los intolerantes y los indignos son frutos del desconocimiento y de la ignorancia como voluntad. Como dirían por ahí “de dónde no hay, no se puede sacar”. La promesa de mejorar reside en la educación y en la formación del ser humano como tal.

Pero que no decaigan los ánimos, ellos son un minoría que arrastra a otras minorías, creo que la actitud sigue latente en todos los que pensamos que la igualdad y los derechos universales nos hacen fuertes, y que el potencial humano es inconmensurable, también creo que todos, a nuestra manera, tenemos una luz dentro de nosotros, un “no sé qué” que brilla y que debemos potenciar rodeándonos de gente con el mismo don: el don de vivir con el respeto y la admiración que todas las personas merecemos.

Todo lo hacemos y lo conseguimos las personas. No nos volvamos máquinas de un sistema borrego que avanza como los días pero que se revuelve hacia la idiotez de no saber ni lo que le pertenece. Entonces, ¿qué debemos hacer? ¿Debemos cambiar la óptica o el paisaje?

Simplemente debemos cambiar nuestra forma de ver para poder cambiar lo que vemos. Desde tus seres queridos hasta los desconocidos,  pasando por la que te atiende al teléfono, la que te molesta en la siesta, la que te recibe con su mejor sonrisa, la que parece que lleve tres días sin dormir… Todos son padres, hijos, hermanos de alguien, somos gente, somos mundo y, a veces, pienso que algo nos está pasando, porque se nos olvida.

Pero, yo creo y creeré en las personas… ¿y tú?

«El Credo» por Mario Benedetti

De pronto uno se aleja
de las imágenes queridas
quedás frágil en el horizonte

te he dejado pensando en muchas cosas
pero ojalá pienses un poco en mívos sabés
en esta excursión a la muerte
que es la vida
me siento bien acompañado
me siento casi con respuestas
cuando puedo imaginar que allá lejos
quizá creas en mi credo antes de dormirte
o te cruces conmigo en los pasillos del sueñoestá demás decirte que a esta altura
no creo en predicadores ni en generales
ni en las nalgas de miss universo
ni en el arrepentimiento de los verdugos
ni en el catecismo del confort
ni en el flaco perdón de dios

a esta altura del partido
creo en los ojos y las manos del pueblo
en general
y en tus ojos y tus manos
en particular.

«Je veux d’l’amour, d’la joie, d’la bonne humeur»

«Quiero el amor, la alegría, el buen humor…»
Hoy un compañero de trabajo me ha descubierto a esta cantante francesa y ¡ME HA ENCANTADO!
He decidido que me gusta más esta versión en directo, tienes más fuerza, a pesar de la afonía y esa rotura en la voz, creo que esa espontaneidad la hace mágica, muy grande, ¡le auguro un gran futuro!

Espero que la disfrutéis tanto como yo, ¡FELIZ FIN DE SEMANA!

(Pincha aquí si quieres ver la otra versión.)

“Rebeca Iscariote, no soy JUDAS, pero casi…”

Desde mi estancia en la capital de España, ya han sido varias las veces en las que me han preguntado de dónde soy y, al principio, mi respuesta era siempre la misma: DE VALENCIA. Sí, así, con letras mayúsculas, capitales, versalitas o como vosotros queráis. El caso es que iba yo con mi cabeza alta, mi seguridad al pisar, mi voz firme y mi orgullo intacto y, sobre todo, con la educación por delante. Así era yo, valenciana de pura cepa, con orígenes aragoneses pero teniendo clara mi arraigada procedencia de la capital del Turia. Siempre repetía lo mismo, una y otra vez, y el efecto que desataban mis palabras también era reiterativo: todo el mundo ponía un rictus de desaprobación o de asombro, rozando la perplejidad. A continuación soltaban airosamente, como “quien no quiere la cosa”, un irritante “vaya, nunca lo hubiera dicho”, y hacían algún tipo de alusión al mal carácter de los valencianos, a su falta de educación y a un sinfín de defectos de la personalidad, según dicen, propio de mi gente.

De modo que, como en todos los inicios, dicen que la primera impresión sienta cátedra sobre el resto de percepciones que te llevarás de alguien, así que empecé a cambiar o maquillar mi versión “original”, sobre todo si era de jefes o de clientes, y me acordé de lo una teoría que estudié en una asignatura de comunicación, que se llamaba “la espiral del silencio” de Elisabeth Noelle-Neumann que afirma que, por miedo al aislamiento, las personas tendemos a silenciar comentarios que, pese a que los pensamos, pueden ser contrarios a lo que, en ese momento, un grupo opina.

En fin, pues así es, no es que he caído en una espiral pero he visto y sentido muy cerca el ojo del huracán; es más, me siento como una pseudo-Judas Iscariote, es decir, no llego a negar tres veces lo que soy, ni tampoco a mi tierra, porque sería incapaz, por todo lo que la quiero y por todos los grandes personas que tengo allí que no se merecen sino una alabanza tras otra a sus maravillosas personalidades; pero claro, vista esta situación he decidido cambiar mi estrategia: la anticipación, porque como se suele decir, a veces, “la mejor defensa es un buen ataque”. Pues bien, ahora cada vez que me preguntan: ¿de dónde eres? Yo digo, “soy valenciana” (con la boca algo más pequeña) y lo acompaño con un “pero no de las que estás pensando”, no soy pro tópico de “operada” y “ciclados”, sino una valenciana con personalidad de serie, con el carácter propio de la riqueza de una tierra con mar, brisa, humedad y buena gente, que se escapa del ruido que hacen las estadísticas o la opinión pública sobre nuestro gobierno o nuestra imagen más comercial, las deudas y las operaciones de estética nos sitúan en los primeros índices nacionales, pues bien, es verdad, es lo que tenemos, es lo que somos, un pueblo superficialmente endeudado, sí amigos, pero ESO NO ES TODO. Hay gente como yo, que se atreve con el mundo y que se lo pone por montera cuando hace falta, no libre de pecados pero si inocente de los cargos que nos imputan, no todos somos así y generalizar nunca fue tan injusto, somos majos, dicharacheros, fieles a las fiestas y a los buenos amigos, incondicionales de lo que amamos y soñadores por excelencia, músicos, a veces bohemios y otras clásicos, pero siempre amantes de lo nuestro sin desprestigiar lo ajeno, nos sentimos valencianos pero no nos damos cuenta de la imagen de marca que llevamos colgada al pecho y creo que ya es hora de hacer la introspección.

Queridos lectores, seáis de donde seáis, encargaros de que se haga honor a vuestros orígenes porque se lo debemos, todos y todo. ¡Ah y otra cosa más! No generalicemos, preocupémonos de conocer a la gente antes de hablar sin saber, ¡eso sólo lo hacen los ignorantes o los mediocres!

En fin, pues esta es la anécdota y tengo que añadir que tras ese “speech” de ataque que acompaña a mi respuesta, siempre digo: “sino ya lo verás, dame tiempo y te lo demostraré”. Y de momento nadie se ha vuelto a quejar, en mi presencia, de mi TIERRA.

«Amén a lo conocido y a lo desconocido»

YO DIGO SÍ:

A saltar en lo charcos,

a reírse a carcajadas,

a tener agujetas,

a los abrazos que hablan más que las palabras,

a hacer locuras,

a ir más allá,

a decirle “que no” al más guapo, para sacar a bailar al más friki,

a besar a un desconocido,

a robar prendas de ropa por la noche,

a sentirte bien sin importarte “el qué dirán”

a olvidar los horarios y las rutinas,

a dejarse llevar por los buenos amigos,

a no saber de qué hablamos, pero seguir hablando,

a los planes sin planes, los improvisados,

a los amaneceres eternos, las lunas que se funden a sol,

a los despertares en la mejor compañía con capuchinos muy espumosos,

a los lenguajes inventados o a las palabras que sí son lo que dicen ser,

a la verdad, la que duele o la que libera,

a los “te quieros” que no mutan a “proposiciones indecorosas”,

al “para siempre” que no suena a “érase una vez”

a la realidad que no golpea,

a los años aprovechados y a las vidas vividas,

a las risas de la memoria,

al taconeo de mi corazón cuando te ve,

a los masajes que se nos van de las manos,

a volver tarde a casa, pero siempre volver,

a sentarte a hablar durante horas,

a las tardes de domingo,

a las noches de enero de manta y películas,

a recordar los buenos y viejos tiempos,

a equivocarte,

a caerte y levantarte,

a la belleza sin maquillar,

a las miradas que traspasan, las pícaras y las cómplices,

a la voz, la ronca o la que susurra,

a la piel que atrapa,

al aroma que engancha e hipnotiza,

a tocar la guitarra de madrugada,

a mirar las estrellas tumbada en una cima,

a los baños con velas y esencias de canela,

a la no prohibición y, sí, a la reivindicación,

a los que te hacen la vida más fácil,

a soñar como derecho y único sentido de la vida,

a luchar como actitud perenne,

a bailar bajo la lluvia para luego oírla caer,

a correr para coger el tren que nos lleve a casa,

a los columpios en los que se recrea nuestra niñez,

a hacer reír siempre a los tuyos.

al apoyo incondicional y a los “siempre estaré ahí”,

a comer helados en invierno,

a entrar en piscinas sin permiso para bañarnos desnudos,

a cantar como si te fuera la vida en ello,

a dar conciertos no sólo en la ducha,

a las nubes y su sol,

a la brisa y su mar,

a ser el alma de la fiesta, el niño en el bautizo y el muerto en el entierro,

a las bromas confidentes que sólo tu y yo entendemos,

a derramar las copas sin importar las consecuencias,

a las siestas,

a beber sentados en el suelo,

a ser felices,

a empujarnos a la vida,

al club de los optimistas inconformistas por convicción y dogma,

a ellos,

a ti,

a mí,

a nosotros,

a ser,

a sentir.

Y sobre todo, digo sí a VIVIR.

 

«Si no vives como quieres, no has comenzado a vivir»

No sé si se llama “deformación profesional” o sentido común. Pero tiendo a pensar que la mayoría de las personas que trabajan “cara al público” carecen de la formación adecuada o, directamente, de formación. No muestran una sonrisa o un tono alegre, han desaparecido hasta los cordiales “buenos días”, escupen los “qué quieres” o en su defecto un “qué te pongo”. ¡Vamos a ver señores, alegría!

El caso es que es, constantemente, me topo con esas personas alienadas en sus puestos de trabajo. Sí, alienadas, porque… ¡están viviendo una vida que no es la suya! ¡Una vida que no quieren! Es una vida que no les pertenece, creo que ya he dejado claro en otros posts, la necesidad de perseguir los sueños, pero es que no entiendo como aún así existe gente que, teniendo la oportunidad, no se manifiesta en pro de sus intereses. ¿Dónde está el amor propio, las ganas de superarse o la bendita ambición por mejorar? Sueños y más sueños que se convierten en pasados prósperos, pero ¿de qué sirve un pasado sino construye un gran presente-futuro?

Hoy construimos un mañana, no para el vecino ni para reducir la capa de Ozono, ni siquiera para nuestros hijos, sino para nosotros mismos. Entonces ¿por qué no afrontamos de una vez el presente y comenzamos a luchar por lo que de verdad importa? ¿Por qué seguimos siendo ganado, prole, una masa inane e inerte?

¡Qué rabia me da ver a gente sin ganas de trabajar, desmotivados, que no aprovechan la oportunidad que tienen. Sólo tienen que echar un vistazo a su alrededor para saber que muchas de las personas con las que se cruzan a diario, darían casi todo lo que tienen, por ocupar un puesto de trabajo.

En fin, a estas alturas del partido, no vamos a educar ni a inculcar valores que no se han aprendido, pero como reprimenda creo que tenemos que usar más a menudo las hojas de reclamaciones y dar toques de atención a quienes nos infravaloren, somos clientes, tenemos el poder, pero no sólo eso, tenemos herramientas como las redes sociales para poner los puntos sobre las “íes”, así que salgamos a la calle cargados de la ilusión y las palabras necesaria para merecer y defender lo que tenemos, agradezcámosle a la vida lo que nos ha dado y, por favor, cuidémoslo.

Confiemos en que el final será feliz (tiene que serlo), pero hagámosle honor a nuestras promesas, nada de tirar la toalla cuando las cosas se tuerzan.

Así que…¡ADELANTE MIS VALIENTES!

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